“Entonces le dijo su mujer: Aún te mantienes en tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete! (Job 2:9)
Son muchas las mujeres que han pasado a la historia sin nombre. En el caso de Job; hombre justo delante de Dios y marcado por el sufrimiento, no se sabe cómo se llamaba su mujer, aunque fue ampliamente conocida por su aparente insensatez cuando junto a su marido atravesó grandes momentos de prueba.
Esta mujer “sin nombre” era esposa de uno de los hombres más ricos y bendecidos de la tierra. Tenía una familia hermosa compuesta por 10 hijos y muchas posesiones familiares; pero un día, como por arte de magia, todos sus hijos fallecen, la totalidad de sus bienes desaparecen y como si aún fuera poco, su justo marido, lo único que le quedaba, también cae terriblemente enfermo. Es precisamente en ese escenario que ella, cegada del dolor le dice a su marido: “Maldice a Dios y muérete».
Son las únicas palabras que se registran en la historia de ella, por lo que ha sido recordaba como una mujer necia, irrazonable e indolente… pero antes de nosotras seguir enjuiciándola, ¿Te has preguntado como tú reaccionarías ante tal situación? Me parece que todas hubiéramos reaccionado de la misma manera o quizás peor. Sin embargo, Dios, el único juez justo, que conocía lo íntimo de su corazón no la castigó ni juzgó negativamente como lo hizo con los amigos de su marido. No vemos tampoco a un Job haciendo sacrificios por los pecados de ella como hacía por sus hijos, sino mas bien vemos al final de la historia a una mujer sin nombre, en silencio, doblemente bendecida por su Dios cuando fueron liberados de la aflicción.
Cuán fácil es para nosotras juzgar a la ligera a los demás. Cuan veloces somos en dictar sentencia sobre nuestras amigas y hermanas. La Biblia es sabia en recordarnos: “No juzguéis, para que no seáis juzgados, porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá. ¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás a tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, cuando tienes la viga en el tuyo? ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano (Mt 7:1-6).
Juzgar nos impide ver nuestros propios pecados. Los juicios ligeros y basados en las apariencias, sospechas, chismes o eventuales situaciones pueden darnos dictámenes errados. Con nuestro proceder, cada una de nosotras decidirá cómo quiere ser medida. ¿Queremos ser juzgadas con comprensión, amor y bondad? Entonces juzguemos a los demás de igual manera. Recuerda que si sembramos juicios severos y crueles, eso precisamente segaremos.
Oración: Amado Señor, que en mi corazón reine el amor, la paciencia, tolerancia y bondad. Hazme ser sabia antes de condenar a los demás para no condenarme a mí misma. En el nombre de Jesús, Amén.
Alabanza Sugerida: Tu Misericordia, MWitt – http://www.youtube.com/watch?v=QOTekU1dDak