«Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8).
Conocí una familia muy temerosa de Dios, entregada al servicio del Señor al 100%, quienes por su trabajo y dedicación ganaron muchos niños y jóvenes para Cristo, pero cuyo hogar era un verdadero desastre. Sus hijos andaban siempre descuidados, con caras de infelicidad, inseguros, en sus estudios eran mediocres y al llegar a la edad adulta se apartaron del Señor y no imitaron la fe de sus padres.
Cuando ves un cuadro familiar así, te preguntas: ¿Qué ocurrió allí? ¿Por qué estos muchachos, siendo hijos de siervos que aman tanto al Señor, se apartaron de su camino? La respuesta es sencilla: Mamá y Papá descuidaron su hogar, y no dedicaron tiempo al primer campo de predicación que Dios puso en sus manos; Su familia. Nuestra Jerusalén está en el hogar. No podemos salir a ganar el mundo para Cristo, mientras nuestros hijos vagan sin rumbo, desprovisto de instrucción, atención y amor.
Nosotras como Maestras del Bien tenemos que criar a nuestros hijos para el Señor. Nuestro mayor anhelo debe ser que ellos lleguen a los pies de Cristo y se conviertan en personas temerosas de Dios y útiles en su servicio; pero para lograr esto, requiere que le dediquemos tiempo no solo de calidad sino de cantidad. Es imposible lograr calidad en la vida de nuestros retoños sin invertir una cantidad de tiempo apropiada.
Si deseas que tus hijos sean siervos y siervas de Dios, si anhelas que sean personas de bien, niños y jóvenes felices, saludables y seguros de sí mismos, invierte tiempo en ellos, corrígelos, deléitate en abrazarlos y besarlos; juega con ellos y enséñales con palabras y con hechos a temer, servir y amar a Dios sobre todas las cosas.
Oración: Padre Celestial, permíteme instruir con amor y dedicación a mis hijos en Tus caminos. En el nombre de Jesús, Amén.
Alabanza Sugerida: Enséñame, Peregrinitos – http://www.youtube.com/watch?v=VUfo25WvbdU