Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres,.. Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. (Lucas 1:28, 30-31)

¿Cuánto amas a Dios? ¿Qué tanto valoras servirle? Si quieres saber tu propia respuesta, hazte la siguiente pregunta: ¿Qué tanto estoy dispuesta a dar, renunciar, soportar o sufrir?

A María la desafiaron con esta “pregunta-decisión” y no le dieron tiempo para hablar, pensar, consultar, opinar, discutir, ni hacer arreglos. ¿Te imaginas todos los pensamientos que en fracciones de segundos pasaron por su mente? Quizás miró hacia la puerta más cercana o la ventana, quizás por la esquina del ojo miró a ver si había algún palo cerca, quizás dijo “trágame tierra”, quizás pensó lo que dirían sus amigas, que sus planes y futuro se arruinaron, o que José la dejaría, etc. etc. etc. Todos pensamientos lógicos y naturales.

A todas nos encanta nuestra zona de confort ¡es sabrosa! Sin sorpresas, con paz, alegría, lo conocido y habitual, y todo bajo control. Dios sabe esto, y sabe que cuanto más nos acomodamos, frustramos nuestro crecimiento hacia la estatura de la plenitud de nuestro Señor Jesucristo.

Lo que le ocurrió a María, ocurre de igual modo con la repartición de los dones del Espíritu, simplemente porque Dios es Soberano. Pero ese Dios Soberano nunca nos da mayor carga de la que podemos sobrellevar, sino que juntamente con ella nos provee todo lo necesario para llevarla con entereza y gozo.

Pues para nuestro asombro, en fracciones de segundos el pensamiento de María se fue al Antiguo Testamento y conectó todas las enseñanzas y profecías acerca del nacimiento del Mesías. Y pudo contestar: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.

Pero no queda ahí la cosa, luego de recibir la confirmación de Elisabet (Lc1:39-45), María que siempre guardaba y meditaba las cosas en su corazón (Lc 2:19,51), se desborda de gozo en un cántico donde finalmente escuchamos su opinión personal del caso. ¿Y cuál es nuestra sorpresa? Estaba felíz (Lc 1:45-46) por tener parte en los propósitos de Dios. Lejos de apesadumbrarse se consideraba “muy favorecida  y bendecida” (Lc 1:49). ¿Podremos decir eso tú y yo en medio de una dura prueba? El Señor nos ayude.

Oración: Amado Dios, queremos el alto honor de servirte pero en ocasiones la magnitud de la tarea o la prueba nos coge desprevenidas sin aceite en nuestra lámpara. Ayúdanos a ver las pruebas bajo el lente de Tus propósitos para que en medio de la prueba podamos sentirnos “Muy Favorecidas”. En el nombre de Jesús, Amén.

Alabanza Sugerida: Esto es Confiar, NAmancio – http://www.youtube.com/watch?v=l2cjksGVP0g


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