“Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?” (Lucas 9:25)

¡No hagas de tu cuerpo la tumba de alma! sentenció una vez un filósofo. La vida loca y desenfrenada que lleva el hombre moderno trae como resultado una sola cosa: ¡La perdición de su alma! Podemos poseer los millones de Bill Gates; las medidas de un Brad Pitt; la influencia de un Barack Obama; el poder de Dilma Roussef; la admiración del papa Juan Pablo II; la fama de Oprah Winfrey; el arrastre de Elvis Presley; el conocimiento científico de Albert Einstein; la valentía de Leónidas, el espartano; y el carisma político de John F. Kennedy. Pero si no hemos conocido al Señor Jesucristo como nuestro salvador personal, no tenemos nada, y lo hemos perdido todo.

Sobre el pasaje de hoy Marcos agrega a la pregunta “y pierde su alma”. Noten cómo perder el alma es equivalente a destruirse y perderse a sí misma. No es Dios quien pierde a las gentes y condena sus almas al infierno, son las mismas personas que en su ancho caminar se destruyen y se pierden a sí mismas al rechazar a Dios (Jn 3:17-18). La condenación final es el producto de andar y transitar sin considerar a a Dios en nuestras vidas.

Pudieras tener el mundo rendido a tus pies, como Alejandro Magno. Pero en su epitafio decía:

“Una tumba fue suficiente, para aquél que el universo no bastaba”.

Amado Nervo decía:

“La vida es un vaso que sólo se llena con eternidad”.

Ganar el mundo y perder el alma es un asunto de tontos. Nada puede colmar el alma de felicidad, excepto Dios y su Palabra; “la Verdad verdadera” -C. S. Lewis.

No dejes que la prisa, el entretenimiento, la música y los sonidos de este mundo insensibilicen y engrosen de tu corazón de modo tal, que no haya espacio para Dios en tu vida. Recuerda que todo aquello que nuestros ojos pueden ver algún día ya no lo veremos. Mas aquello que podemos tocar con las manos de fe, y que resulta inalcanzable para nuestra vista, en aquel día lo podremos abrazar de forma concreta (2 Cor 5:7).

Oración: Amado Dios, quiero abrazar a Cristo y sus promesas porque sé que: “El mundo pasa, y sus deseos; pero, ¡el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre!” (1 Jn 2:17). Amén.

Alabanza: Poema de Salvación, MWitt – https://www.youtube.com/watch?v=Lplblx9d6pM

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