“Cada día muero”. (1ra Corintios 15:31)

¡La muerte es el principio de la vida!

¿Sabías? Una de las grandes paradojas reveladas en las Escrituras es que la muerte contiene en sí misma el germen de la vida.

La muerte no es la extinción de la existencia humana sino la continuación de la misma en un estado diferente. Jesús ilustró esta verdad usando como ejemplo un modelo de la naturaleza: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn 12:24). El grano de trigo debe morir primero para luego resurgir como una planta nueva llena de vida y fruto. Es en el morir de ese grano de trigo que brota la nueva vida de manera misteriosa, asombrosa e inexplicable.

Encontramos esta misma verdad en la obra redentora de nuestro Señor Jesucristo, quien tuvo que primeramente morir en la cruz y levantarse al tercer día, para que nosotras estando muertas en delitos y pecados podamos tener vida. La vida de toda cristiana es un constante y cotidiano morir. El apóstol Pablo dice en el versículo de hoy que él moría cada día. Y es en ese diario morir, que el poder de la vida de Cristo se manifiesta en nosotras con gran potencia.

Morir cada día implica parecernos más a Él. Cuando morimos, dejando de vivir para nuestros agrados, comodidades y satisfacciones personales, empezamos a vivir cada vez más para Aquél que nos amó y entregó su vida por nosotras. Juan el Bautista decía: “Es necesario él crezca, pero que yo mengüe” (Jn 3:30).

La verdadera vida cristiana implica morir a diario. Jesús dijo: “El que no toma su cruz cada día y me sigue, no puede ser mi discípulo” (Lc 9:21).  Nota que el texto no dice: el que toma su cruz cada semana, o cada mes, o cada año, sino cada día; es un sacrificio que se lleva a cabo día tras día.

La cruz es un instrumento de tortura y muerte. Nadie toma una cruz para descansar sobre ella, sino para inmolarse. De manera que la invitación de Jesús es a morir espiritualmente todos los días; esto es, a renunciar a nuestros deseos pecaminosos e intereses particulares, hasta  llegar al punto que dijo Pablo: “Y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí” (Gal 2:20). Spurgeon decía: “El que está acostumbrado a morir cada día no le temerá a la muerte cuando esta toque a su puerta”.

Oración: Amado Dios, gracias por la vida que encontramos en la muerte “al yo”, y en “Cristo Jesús”.  Gracias porque ambas nos garantizan una vida superabundante. Hoy menguo para que Jesús crezca en mí. En Su nombre oramos, amén.

Alabanza: Mi Vida Es Cristo, Sarah y Jonathan Jeréz – https://www.youtube.com/watch?v=3JyUOYQkCjc

Carmen de Corniel para Maestras del Bien – Derechos Reservados © 2016 – www.Maestrasdelbien.org


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