“Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).
En la declaración de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica, Thomas Jefferson declaró que uno de los derechos inherentes al hombre es la búsqueda de la felicidad. Y tanto norteamericanos como inmigrantes han hecho de esta declaración el norte de su vida.
Dios en cambio, ha declarado que el deber, gozo y propósito principal en la vida del creyente debe ser perseguir la “santidad”. Perseguir sugiere dos pensamientos:
- Que diligencia y esfuerzo son necesarios
- Que es una tarea de toda la vida
No puede haber verdadera felicidad sin santidad. La “felicidad” sin santidad da por resultado: adulterio, fornicación, vicios, desviaciones, y todo tipo de pecado y aberración. La felicidad sin santidad es como un barco sin timón; a la deriva y destinado al caos.
Como mujeres cristianas tenemos una responsabilidad delante Dios. El ha hecho posible caminar en santidad. Romanos 6:14 dice: “Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia”.
La santidad ha pasado a ser un concepto arcaico en nuestra sociedad y totalmente desconocido para la generación actual. La iglesia ha fallado en instruir al pueblo del Señor en uno de los atributos comunicables de Dios más importantes en la vida de sus hijos. Sin embargo un libro entero; Levítico, ha sido dedicado al tema, el cual continúa entretejido en el resto de la Biblia. Mayor aún, Dios demanda que seamos santas (Lv11:44, 20:7, 1 Pd 1:15-16), y la palabra se repite más de 600 veces en toda la Escritura.
La santidad poco tiene que ver con llevar faldas largas, la ausencia de maquillaje, la búsqueda de la perfección o una serie de prohibiciones semejantes a la de los Fariseos. Pero sí tiene todo que ver con una actitud del corazón que desea agradar y parecerse cada día más al Señor Jesucristo.
- Es en primer lugar, ser moralmente irreprochable, y
- En segundo lugar, vivir separada del pecado
Cuando nos acercamos al Santo y Sublime nos repugna el pecado y vivimos moralmente en conformidad con los preceptos bíblicos. Es una reacción de causa y efecto.
Amada, la respuesta a la felicidad que tanto persigue el hombre no es el libertinaje. Pero tampoco lo es un código de leyes. Es más bien el conocimiento real, y acercamiento sincero, al Dios tres veces Santo. Acércate más y saldrás purificada y deleitada de Su presencia.
Oración: Padre Santo, quiero dejar mi vida de pecado. Gracias porque sé que podré lograrlo acercándome más a Tí. Quiero romper con la farsa de la felicidad basada en una vida de pecado. Lávame y purifícame para que pueda reflejar Tu gloria y gozarme felizmente en Tu justicia.
Alabanza: En Tu Presencia, JMurrell – https://www.youtube.com/watch?v=HuwkpFnlPFE
Violeta Guerra para Maestras del Bien – Derechos Reservados © 2016 – www.Maestrasdelbien.org