“Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”. (2 Corintios 3:17).

Nuestra cultura enfrenta una enfermedad del alma. La gran mayoría de nuestras mujeres se encuentran atadas, en desgracia, y sin esperanza. Viven sin dirección, en prisiones de dolor y en esclavitud mental. Bajo capas de culpa, auto-rechazo y condenación.

  • Algunas son esclavas de un pasado que invade su presente y no las deja ser libres para vivir a plenitud, desarrollarse sanamente y empezar de nuevo.
  • Otras son esclavas del futuro, y hoy viven bajo las pesadas cargas de lo que otros esperan o lo que ellas quisieran llegar a ser.
  • Otras son esclavas de la opinión pública, de sus emociones, de una pobre autoestima, y de las mentiras de Satanás.

Cristo vino a libertarnos del pecado y de manera muy especial a la mujer, de sus múltiples verdugos. Llenó el vacío emocional de la samaritana y le dio agua viva.  Levantó el rostro de la ramera y la restauró a la vista pública. Y tomó en cuenta las aptitudes de cientos de mujeres y las usó con poder en su ministerio y el de la iglesia primitiva. Desde el inicio el Señor le dio el mismo valor a la mujer que al hombre, el mismo acceso al trono de Dios, y la misma herencia espiritual.

Una de las lecciones más importantes que aprendemos de las vidas de estas mujeres es que el pasado no define nuestro futuro. En Cristo hay perdón, esperanza y el sol de un nuevo amanecer. No es el propósito de Dios que la mujer viva esclava de su pasado, presa de sus pasiones, o subyugada por un hombre; relegada a un segundo plano, pisoteada, y vilmente usada como objeto sexual.

Si ese es tu caso, alza tu rostro al cielo ¡en Cristo hay libertad! Confiésale tu pesar, pídele perdón y que te extienda su oportuno socorro. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).

Oración: Perdóname Señor por dudar de mi valor para Tí. Perdóname por dejarme encadenar de la maldad de otros y de mis propios pecados. Gracias por Tu amor, tu paciencia y por libertarme. Ayúdame a permanecer libre. En el nombre de Jesús, amén.

Alabanza: Te Bendeciré, IRosario – https://www.youtube.com/watch?v=VLaQAEnv64Y

Violeta Guerra para Maestras del Bien – Derechos Reservados © 2016  – www.Maestrasdelbien.org

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