“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Corintios 2:9).
¡El tercer cielo es el lugar que los astrónomos saben que existe pero que ningún telescopio puede alcanzar! (Dr. A.C. Gabelein)
La astronomía moderna ha mostrado la evidencia de la inmensidad del universo. Existen muchos sistemas solares mayores que el nuestro compuesto de soles, planetas y satélites. A la luz de los sistemas solares, las estrellas que forman el firmamento y los millones de puntos luminosos que forman la conocida vía láctea, el planeta Tierra no es más que un punto y una chocita dentro del cosmos infinito de Dios.
Aunque nos maravillamos por su belleza, los avances científicos y tecnológicos, y los logros del hombre, la Biblia corrobora a que nuestro atesorado mundo no es siquiera comparable con el que Dios tiene reservado para los que le aman. Dentro del vasto firmamento existe un lugar seguro y fuera de serie al que tu y yo pertenecemos, y que o alcanzamos siquiera a imaginar.
“La casa de mi padre” (Juan 14:2) que nos es prometida no es otro punto del firmamento, sino todo el universo mismo en el cual hay “muchas moradas”; muchas recámaras reservadas para los hijos de Dios. Allí no habrá presencia de pecado, muerte, ni maldad, no solo porque las primeras cosas habrán pasado, sino porque la presencia del Cordero; vestido en majestad, gloria, honra, santidad y poder, reinará allí entre los redimidos por los siglos de los siglos.
Esa casa grande pero a la vez íntima y acogedora, no tiene limitaciones de espacio, escasez de ningún bien, problemas de ninguna especie, ni necesidad de luz, porque el trono de Dios y el Cordero estarán en ella (Ap 22:3). A la luz de estas verdades, cuando me detengo y miro hacia atrás, comprendo que este mundo con todo y su gloria no es más que una chocita comparado con nuestra morada celestial (Ap 22:1-5). Bienaventuradas las que tengan el derecho por la sangre del Cordero, a entrar en ella (Ap 22:14).
Oración: Padre que bendición la mía de tener una herencia celestial. Ayúdame a no aferrarme y afanarme por una casa en un mundo que no es mi hogar, sino que pueda poner mi mirada en las cosas de arriba. Prefiero a Cristo y solo a Él, que lo que este mundo da. Por Jesús, amén.
Alabanza: Prefiero a Cristo, CLewis – https://www.youtube.com/watch?v=LkW1qlB5YeU
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