“¡Pues yo odio el divorcio! dice el Señor, Dios de Israel. Divorciarte de tu esposa es abrumarla de crueldad dice el Señor de los Ejércitos Celestiales. Por eso guarda tu corazón; y no le seas infiel a tu esposa” (Malaquías 2:16 NTV).
Por lo general cuando una mujer se divorcia, su vida queda destrozada y deshecha en mil pedazos. No existe mayor grado de indignación, hostilidad y amargura que la que siente por causa del divorcio. Aun cuando la relación matrimonial haya sido tormentosa, la reacción inicial ante un divorcio es de shock. Las emociones están a flor de piel y a menudo se juntan al mismo tiempo el enojo, el temor y el sentido de culpa.
Malaquías 2:16 dice que ¡Dios odia el divorcio!
En primer lugar, él odia las razones, las actitudes, y el proceso que desune a dos personas que se juraron amor eterno en el pacto matrimonial. Y,
En segundo lugar, él ve el divorcio como una traición y violación al pacto entre:
- El esposo y la esposa
- Los esposos con él
- Los esposos y sus testigos matrimoniales, y
- Los esposos y los hijos, a quienes juraron proveerles un hogar unido en el vínculo matrimonial.
Es un verdadero acto de violencia el que se comete con el cónyuge, los hijos y el hogar, en un divorcio.
No obstante, una vez hecho el daño es imprescindible perdonar al cónyuge y redescubrir nuestro sentido de valor personal. Debemos comprender que nuestro valor e identidad no provino de nuestro esposo, sino de Aquél que nos amó y dio su vida por nosotras en el Calvario. Es en esa Cruz donde hallamos sentido, valor y aceptación.
En Juan 4 a la mujer samaritana que se había casado 5 veces Jesús le dió una vida nueva, plena y razón de vivir. Él le dió agua viva y calmó la sed que sus 5 maridos anteriores no pudieron saciar. Él le dio una esperanza y un futuro, y le devolvió su valor y dignidad.
Ese mismo Jesús, comprende tu situación y desea restaurarte. El desea hacer nuevas todas las cosas y saciar tu sed con Su agua viva. Solo debes depositar las piezas de tu vida en Sus manos y confiar que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Rom 8:28).
Oración: Señor gracias porque aunque ahora estoy en mil pedazos, el divorcio no es el fin de mi vida ni lo que la define. Perdóname por mi descuido, mis faltas y grado de culpabilidad. Ayúdame a perdonar y a sanar, a criar mis hijos rectamente y en amor, y a depender enteramente de Tí. Toma mi vida y pastoréame. Se Tú mi esposo y compañero fiel. En el nombre de Jesús, amén.
Alabanza: El Señor Es Mi Pastor, DMontero – https://www.youtube.com/watch?v=XioBTMoJuLE
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