“Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez.” (Marcos 7:21-22)
Nuestra lucha para mantener el contentamiento es, en el fondo, la misma que Eva sostuvo: si confiar o no en Dios y en su amor.
El problema añadido que tenemos ahora es que la tentación no sólo viene de afuera, sino también de nuestro interior, de la naturaleza pecaminosa con la que nacemos. Nuestra carne se inclina a dejar de confiar en Dios y en Su bondad, y en buscar la felicidad en cosas y circunstancias que parecen buenas a nuestro parecer.
En algún momento, nos encontramos a nosotras mismas deseando aquellas cosas que no se nos han concedido. Puede ser algo simple como una prenda de vestir o una casa más grande, o algo más profundo y doloroso como tener un hijo o casarse.
Ninguno de estos deseos constituye un pecado en sí mismo, pero se convierten en pecados cuando nuestro gozo y contentamiento dependen de que estos deseos se cumplan.
¿Cómo guardar entonces nuestro corazón del descontento? ¿Cómo confiar en que Dios nos da exactamente lo que necesitamos?
- Vive en el conocimiento del Evangelio
- Vive con una perspectiva eterna
- Vive en el conocimiento de Su amor
Debes creer, cada día, que todo lo que sucede (y lo que no sucede) está planeado para tu bien (Romanos 8:28). Cuando no te sientas satisfecha con aquello que Dios te ha dado, recuerda que El se preocupa por ti y que todo lo que te da y lo que te niega, es por una buena razón y con un propósito específico.
Oración: Gracias mi Dios, porque somos bendecidas con la presencia de Cristo en nuestras vidas. Gracias porque el es nuestro mejor tesoro, y nuestra fuente de gozo. EN su nombre oramos, amen.
Alabanza: Como Dijiste, CD’Clario – https://www.youtube.com/watch?v=qSG8w20si1E
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