“No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen” (Mateo 7:6).
Palabras fuertes, pero son las palabras que Jesús enfática y enérgicamente le dijo a sus discípulos en cuanto a dar lo que es santo y de valor; perteneciente a Dios, a los inconversos. Desde el principio Dios ha demandado que separemos lo santo de lo inmundo. Lo honroso de lo vil. Lo espiritual de lo carnal. Lo celestial de lo terrenal. Lo pecaminoso de lo que trae gloria a Su nombre. Lo de Cristo de lo de Belial o Satanás.
- Israel fue llamado a ser un pueblo apartado de las demás naciones.
- Y la iglesia que en griego es ekklesia significa; los llamados. Esto es, los llamados fuera del mundo con un propósito santo.
Al leer las cartas del Nuevo Testamento aprendemos que a los redimidos por la sangre de Jesús se les llama “santos” en Cristo Jesús (Ro 1:7, 1 Co 1:2, 2 Co 1:1, 13:13, Fil 1:1, 4:21-22, Col 1:2). Dios declara santo a todo aquél que ha sido lavado con la sangre preciosa de Cristo, y del cual él es su Salvador. Eso somos nosotras (2 Pd 2:9-10).
Por eso en 2 Corintios 6:14-15 al hablar de la unión de los creyentes con los incrédulos el apóstol Pablo manda: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?”. El apóstol establece que no puede haber compañerismo o compatibilidad matrimonial entre cristianos y los del mundo porque pertenecen a reinos opuestos y en abierta y activa enemistad:
- El creyente: Es santo, está en luz, y su vida está gobernada por y revestida de, la justicia de Cristo.
- El incrédulo: Es vil, está en tinieblas, y su vida está gobernada por Satanás y caracterizada por la injusticia.
Es muy mal negocio y la crónica de un fracaso anunciado cuando una mujer cristiana se une con un hombre inconverso. Sus ideales, valores, metas, sueños y señor son diferentes. Tanto que es como darle tu vida a un perro y echarle tus perlas a un cerdo. El hombre inconverso no sabe lo que es tratar a una mujer como a un vaso más frágil, amarla como Cristo amó a la iglesia y entregó su vida por ella para santificarla, y presentarse a sí mismo una novia santa, gloriosa y sin mancha. El te galanteará para conquistarte pero después todo cambiará porque no conoce lo que es el temor de Dios, los frutos del Espíritu, ni honrar sus votos matrimoniales. Por ende, no te unas a un hombre que aun llamándose cristiano no exhibe las evidencias de un hombre nacido de nuevo; del Espíritu de Dios.
Amada tu vales mucho. Tú mereces algo mejor que un hombre que te humille, te golpee, te falte el respeto, te esclavice, te drogue, te llene de hijos que no mantiene, te anime a fornicar, o adultere contra tí. Si ciertamente el hombre cristiano no te garantizará una vida de rosas, por lo menos te honrará, considerará y respetará, y el temor de Dios los guardará en Su paz y Su amor.
Oración: Padre perdónanos porque no hemos enseñando a nuestras hijas a valorarse. Existen demasiadas echando sus perlas a los puercos. Permite que puedan reconocer su valor, el precio que Tú pagaste por ellas, y el sufrimiento que pueden ahorrarse, al no unirse a hombres inconversos por mera atracción física, conveniencia o la desesperación de casarse. Ayúdalas a elegir bien y conservarse puras en Tí. En el nombre de Jesús, amén.
Alabanza: Me Rindo A Tí, SJeréz – https://www.youtube.com/watch?v=zc-4bAXO0T4
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