“…que enseñen a las jóvenes… que amen a sus hijos” . (Tito 2:4)

El título de este devocional parece de una tienda de baratillos o de una venta de artículos en  descuento. Pero en realidad, en síntesis, contiene un mensaje que debe llevarnos como madres a reflexionar sobre la manera en que estamos demostrando amor a nuestros hijos.

En su carta al joven pastor Tito, el apóstol Pablo consideró como parte la sana doctrina, que las ancianas enseñaran a las jóvenes a amar a sus hijos; como  no existe un manual que contenga tales instrucciones, presumimos que tal enseñanza se llevaba a cabo mas bien con el ejemplo de las ancianas en sus relaciones con sus hijos.

En mi caso, cuando leía el pasaje de Tito 2:3-5 prestaba poca (o ninguna atención) por entender que se refería mas bien a mujeres casadas (puesto que cuando vine al Señor, ya estaba divorciada). Sin embargo, como “Aquel que comenzó en nosotros la buena obra, la perfeccionará” -tal como aprendemos en Filipenses 1:6- llegó un momento en mi vida en que el Señor me hizo identificar que habían enseñanzas en ese pasaje que Él quería que yo aprendiera; una de estas, fue “amar a los hijos”. 

Frecuentemente dejamos que nuestro corazón nos engañe, justificando acciones alegando que es por “amor a nuestros hijos” cuando en realidad, se trata de egoísmo; uno de estos engaños–en especial, en las madres solteras- es relativo al tiempo que dedicamos al trabajo versus el que dedicamos a nuestros hijos, apoyándonos en la muletilla de que se trata de “calidad” no de “cantidad”.  En cuyo caso, estamos dándoles MENOS en lugar de MAS.

En Su obra en nuestras vidas, Dios utiliza el instrumento que, en Su soberanía, El haya elegido; en mi caso, fueron las palabras de mi hijo en sus primeros años de adolescencia, al confesarme “hubiera preferido tenerte MAS y tener MENOS”; en otro tiempo, sé que hubiera refutado y justificado mi caminar; pero en ese preciso momento, ya Su mano había estado trabajando en mi vida; no teniendo otro remedio que pedir perdón al Señor, primero; y luego, a mi hijo.

Por esa razón, siempre que tengo la oportunidad, comparto ese testimonio con madres jóvenes con el propósito de impedirles que tengan que escuchar palabras similares que traspasan el corazón de cualquier madre; y, de manera especial cuando se trata de mujeres cristianas, para que “la Palabra de Dios no sea blasfemada” como dice Tito 2:5.

Oración: Padre Celestial, perdóname por no haber amado a mis hijos a Tu manera, en lugar de la manera que la corriente del mundo nos enseña. En Jesús oramos. Amén. 

Alabanza: Princesas Mágicas, JAR – http://www.youtube.com/watch?v=dSdMyxOCfhg

Isabel Andrickson para Maestras del Bien – ©2017 Derechos reservados www.maestrasdelbien.org


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