“Respondió el hombre, y les dijo: Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos”  (Juan 9:30).

El hombre que pronunció estas palabras había nacido ciego y cuando Jesús lo sana, queda impactado con Su poder. Si nos ponemos en el lugar de un ciego de aquellos tiempos, donde no había escuelas, ni todas las herramientas de ayuda que hoy existen para las personas con esta condición, y tomando en cuenta que la mayor parte de los movimientos, actividades y respuestas físicas y mentales que realizamos a diario dependen directamente de este sentido; entenderíamos lo maravillado que debió haber estado al poder ver.

Fue tal su asombro, que al ser interrogado por los fariseos sobre la identidad del que lo sanó respondió sin dudar que era profeta. Cuando es injuriado por ellos, les habla con convicción y les dice que es maravilloso que los estudiosos de la ley no sepan la procedencia de alguien que puede sanar y hacer milagros, entendiendo  que solo podía venir de Dios, aun sin saber que era su Hijo y Dios mismo. Su discurso, los dejó sin palabras y por esto le expulsan de aquel lugar.

Mas luego al Jesús encontrarlo de nuevo,  le revela Su identidad. Este sin dudar cree en El y le adora.  En ese encuentro ganó mucho más que la vista natural, ganó la salvación de su alma. Ahora podía ver con los ojos y entender con el corazón.

Amadas hermanas, ¿no se nos parece la historia de éste hombre a la nuestra? El jamás había visto, nosotras tampoco hasta que Jesús vino y nos abrió los ojos. El defendió una fe que aun no entendía. Y nosotras,  ¿haríamos lo mismo? ¿Podríamos proclamar ante nuestros acusadores nuestra fe, la cual nos ha sido revelada? ¿Daríamos nuestra devoción a Aquel que nos abrió los ojos y nos ha hecho aptas para contemplar las maravillas de este mundo y del venidero?

Oración: Padre bueno y Padre Santo,  gracias porque aunque espiritualmente estábamos ciegas has abierto nuestros ojos y Te podemos ver. Ya no andamos dando tumbos y tropezando por la falta de visión, ahora Tú guías nuestros pasos. Gracias porque ahora podemos ver Tu belleza, podemos contemplar Tu hermosura y adorarte. Te bendecimos en el nombre de Cristo. Amén y amén.

Alabanza: El Ciego, MVidal – https://www.youtube.com/watch?v=qeL-Mlga_Dc

Belinda Castellanos  para Maestras del Bien – ©2017 Derechos reservados www.maestrasdelbien.org


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