«Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios». (Salmo 103:2)
Las festividades y celebraciones eran parte de la vida cotidiana del judío – en las calles, sinagogas, hogares, etc.- pues además, con ella marcaban el transcurso del año, y ninguno podía ausentarse de ellas ni tenerlas en poco (Lv 23:29-30).
Sus fiestas servían diferentes propósitos; algunas evocaban profundo pesar, meditación y arrepentimiento, pero la mayoría eran expresiones de gratitud por los beneficios recibidos de Dios. En ambos casos las celebraciones tenían un elemento educativo; esto es, enseñarles algo acerca de su historia, victoria, esperanza, fracaso, etc. Por ello Dios le había pedido al pueblo de Israel erigir un monumento al cabo de ciertos eventos importantes de su vida como nación, con el propósito de que las generaciones futuras supieran de su misericordia y favores para con ellos. De manera que para los judíos la ocasión de una celebración era un día sagrado en el cual conmemoraban acontecimientos importantes de su vida e historia, solemnemente y con gran regocijo.
Siguiendo este sentir, en el Salmo 103 David nos recuerda dos cosas:
- Que estamos desalentadas porque hemos olvidado los beneficios de Dios.
- La importancia de recordar y bendecir a Dios por todas las bendiciones recibidas de él.
David nos propone hacer una costumbre de esto enumerando en un papel, como él lo hizo, las bendiciones del Señor, entre las cuales él destaca su misericordia.
¡Cuán rápidamente olvidamos sus beneficios! ¡Cuán fácilmente olvidamos quien es Dios y para qué existimos! ¡Cuán fácilmente olvidamos la verdadera trama de la historia de la humanidad! En tiempos donde hemos olvidado el propósito principal de nuestra existencia, y se ha confundido la persona y obra de Dios por un “Santa Claus hazme feliz”, es importante que examinemos reflexivamente este salmo y nuestras vidas, y enumeremos las misericordias y beneficios que Dios ha tenido con cada una de nosotras. Aquí David nos da un shock de realidad, citando las razones de verdadero peso por la cual debemos vivir agradecidas, gozosas y humilladas, todo el tiempo delante de Dios. Su propósito es cambiar nuestra perspectiva de la vida, de Dios, y de nuestras circunstancias, de lamento en baile, y de tristeza en gozo.
Empecemos la costumbre de celebrar las victorias, bendiciones y oraciones contestadas de Dios en nuestros hogares. No las dejemos pasar. Hagamos un brindis, compremos un pastel y demos gracias juntos en familia. Esto servirá de testimonio y enseñanza a todos en casa de las bondades de Dios, y henchirá los corazones de gratitud y gozo. Sobre todo, nos preparará para recibir el mal sin resentimientos.
Oración: Señor, fortalece nuestra frágil mente y débil corazón contra el desaliento. Ayúdanos a recordar y celebrar todos tus favores, y jamás olvidarnos de ellos. Tú mereces nuestro agasajo constante. Por Cristo, amén.
Alabanza: Mi Universo, JAR – http://www.youtube.com/watch?v=3tSz1I1XogE
Violeta Guerra para Maestras del Bien ©2017 Derechos reservados www.maestrasdelbien.org -Publicado originalmente 11-28-2013